Continuando con el experimento de Impresiones Bluseras, en donde los lectores de este blog son quienes toman el control de este pedazo de internet, hoy toca a Marisa Pineda levantarse de su asiento y gritar: "Halleluya, brother...Praise the Lord of the Blues Almighty!!!"
Marisa es una excelente periodista. Nacida aquí en Culiacán, tiene la virtud de la curiosidad respecto de las cosas que le atraen, así que nunca se queda a medio averiguar nada. Ante todo, es una de mis hermanas de vida, con quien cultivo el placer del humor negro.
Ella escribió un texto que me gustó muchísimo. Aunque me comentaba que lamentaba no aportar aspectos técnicos del Blues, me señalaba, y con toda la razón, que el Blues también es de públicos, y que como tal, aportaba las impresiones que tiene respecto del Blues y de quien se lo dió a conocer.
Leamos pues, a Mi Brotha, La Pineda:
A veces me siento un sol.
Pasaba del mediodía. Del segundo piso de una de las casas cercanas a la barriada donde me críe, salían los sonidos de una armónica. Desobedeciendo las advertencias de no merodear por el lugar, me acerqué para escuchar mejor. Al término de la canción, desde la banqueta, le pregunté a la muchacha qué tocaba: blues, respondió, ¿Te gusta?
En clandestinas charlas supe después que la chica aquella había vivido y trabajado en Los Ángeles, donde tuvo un novio músico quien le regaló casi todos los discos de blues que escuchábamos.
Encubierta compañera de juegos, interpretó muchas otras veces para mi Summertime, la canción que nos acercó. Como mi madre y mi abuelo tocaban en armónica corridos de la Revolución, escuchar ese otro ritmo salir del mismo instrumento fue una revelación.
Por aquella muchacha, casi irreconocible sin maquillaje, supe que en Los Ángeles había lugares donde se tocaba blues. Por ella conocí la música de Nina Simone. Jugando a ponerme sus pelucas y zapatillas escuché Sinnerman. Me contó que The House of the Risin Sun era una casa como en la que ella vivía aquí en Culiacán, a la cual sólo podía ir yo por la mañana. Después, decía, era peligroso para las niñas de nueve años.
Pasaba del mediodía. Del segundo piso de una de las casas cercanas a la barriada donde me críe, salían los sonidos de una armónica. Desobedeciendo las advertencias de no merodear por el lugar, me acerqué para escuchar mejor. Al término de la canción, desde la banqueta, le pregunté a la muchacha qué tocaba: blues, respondió, ¿Te gusta?
En clandestinas charlas supe después que la chica aquella había vivido y trabajado en Los Ángeles, donde tuvo un novio músico quien le regaló casi todos los discos de blues que escuchábamos.
Encubierta compañera de juegos, interpretó muchas otras veces para mi Summertime, la canción que nos acercó. Como mi madre y mi abuelo tocaban en armónica corridos de la Revolución, escuchar ese otro ritmo salir del mismo instrumento fue una revelación.
Por aquella muchacha, casi irreconocible sin maquillaje, supe que en Los Ángeles había lugares donde se tocaba blues. Por ella conocí la música de Nina Simone. Jugando a ponerme sus pelucas y zapatillas escuché Sinnerman. Me contó que The House of the Risin Sun era una casa como en la que ella vivía aquí en Culiacán, a la cual sólo podía ir yo por la mañana. Después, decía, era peligroso para las niñas de nueve años.
Por ella supe que blue también significa triste (lo que muchos años después me daría un punto extra en una clase, al ser la única que conocía ese otro significado). Por ella supe que el blues era música de negros, que también le gustaba a los blancos; que eran canciones tristes, aunque muchas parecen alegres; que tenían letras que algún día entendería yo; y que tenían partes donde se lucía el saxofón, la guitarra y la armónica. Cuando dijo eso último, comenté: entonces las canciones de Cuco Sánchez también son blues porque tienen armónica y son de esas tristes. Ya te gustó el blues, fue su sentencia.
Y sí, me gusta el blues, por los sentimientos que me provoca. No soy purista de ningún género, quizás por ello insisto, e insistiré, que cantar “a veces me siento un sol, y el mundo me importa poco, luego despierto y me miro, soy mucho menos que nada” con esa armónica y esa guitarra que parece llorar, es blues y nada más que blues.
Los años hicieron que yo entendiera a cabalidad el trabajo de aquella muchacha. También los años me trajeron a intérpretes como BB King, Eric Clapton, Koko Taylor, Muddy Waters, Real de Catorce, Los Ratones Paranoicos, Diana Krall y Amy Winehouse, entre muchos, muchos otros.
Los años hicieron que Nina Simone se convirtiera para mí en la Gran Nina; y que cada vez que escucho Summertime la melancolía me invada, al recordar a la compañera de juegos que un día se fue dejandome de regalo el gusto por esa música de negros, que también le gusta a los blancos.
Como pueden ver, un texto sumamente interesante que agradezco a Marisa con las palabras de Jimi Hendrix: "Blues is easy to play, but hard to feel".
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