El día de ayer tramitamos renovación de la Visa láser para mi y para mi esposa, además de las visas de nuestros dos hijos menores.
La experiencia inicia desde que se empieza a preparar la documentación para la cita, los pagos de los derechos y la reserva de los boletos del camión que nos trasladó al Consulado en Hermosillo.
Por unas horas, los ocupantes del camión se vuelven nuestro universo, y sus historias se cruzan con la nuestra por breves instantes. Resulta curioso ver como en unas horas, puede conocer uno las vidas de personas que difícilmente coincidirán con nosotros. Sus preocupaciones, anhelos y dificultades respecto del fin de conseguir la visa, son recibidos por personas insospechadas.
En nuestro caso, no hubo mayor problema. El sevicio del consulado es excelente, todo muy metódico y controlado, al modo de los gringos. Ninguna sorpresa en ese sentido. El personal muy amable y eficiente y, respecto de nuestra visita solo puedo decir que fue agradable. No así la de varias de las personas que nos acompañaban en el camión. No se las dieron y las versiones y reacciones son tan variadas como las personas que vivieron la experiencia.
La carretera es cansada y durante el transcurso del viaje, no podía de dejar de pensar en esta canción, que se convirtió en mi "ear-worm" de todo el camino:
La nostalgia empezó a acompañarme y me puse a pensar en viejos amigos, en lugares que he conocido, en aromas que he percibido, en cuerpos que he tocado y en sensaciones que he compartido. La vida se me ha ido muy rápido. Me encuentro en la mitad de mi vida y el tiempo para ser mi mismo a veces no alcanza. Ya habrá tiempo de sobra, cuando me muera...
Pareciera como si la vida de uno quedara en suspenso cuando se viaja en carretera...